Niños

Cómo trabajar la empatía en niños

Un niño y una niña mirándose y riéndose

La empatía es una de las habilidades más valiosas que podemos enseñar a nuestros hijos. En un mundo donde cada vez es más importante convivir, escuchar y entender al otro, criar niños empáticos es un regalo que les acompañará toda la vida. Porque la empatía no solo mejora sus relaciones personales, sino también su autoestima, su forma de resolver conflictos y su capacidad para ser felices.

En este artículo descubrirás cómo trabajar la empatía en niños de manera práctica y sencilla, con actividades adaptadas a su edad, ejemplos cotidianos y claves que puedes aplicar desde hoy mismo. Si alguna vez te has preguntado si tu hijo es lo suficientemente empático o te preocupa que le cueste ponerse en el lugar de los demás, quédate: este contenido está hecho para ti.

¿A qué edad se desarrolla la empatía en los niños?

Aunque a veces pensemos que la empatía es algo que se tiene o no se tiene, lo cierto es que es una habilidad que se desarrolla poco a poco. Ya desde los primeros meses, los bebés muestran señales de empatía primitiva: lloran cuando oyen llorar a otro bebé o se calman con una caricia. Pero no es hasta más adelante cuando esta capacidad empieza a consolidarse.

  • A partir del año y medio o dos años, los niños comienzan a reconocer las emociones básicas en los demás.
  • Entre los 3 y los 5 años, son capaces de expresar preocupación por otros e incluso actuar para ayudar.
  • A partir de los 6 o 7 años, pueden comprender emociones más complejas y ponerse en el lugar del otro incluso aunque no lo estén viviendo directamente.
  • Ya en la pre-adolescencia (9-12 años), la empatía madura e incluye una reflexión más profunda sobre cómo se sienten los demás y por qué.

Cada niño tiene su ritmo, pero lo importante es entender que la empatía se puede enseñar y reforzar, igual que enseñamos a sumar o a atarse los cordones.

Tipos de empatía en los niños

La empatía no es una sola cosa. Existen distintos tipos de empatía que se desarrollan en paralelo y que nos permiten conectar emocional y racionalmente con los demás.

Empatía emocional

Es la más instintiva y aparece primero. Consiste en sentir lo que siente otra persona, como si esas emociones fueran propias. Un niño con empatía emocional puede ponerse triste si ve a un compañero llorar o emocionarse con una historia alegre. Esta empatía es clave para crear vínculos afectivos y para que los niños entiendan que lo que sienten los demás importa.

Empatía cognitiva

Este tipo de empatía va un paso más allá. Se trata de comprender mentalmente cómo se siente otra persona, aunque no se experimente la emoción en carne propia. Requiere un desarrollo mayor del lenguaje, la lógica y la capacidad de abstracción. Un ejemplo sería cuando un niño se da cuenta de que su amigo está enfadado porque ha perdido en un juego, aunque él no se sienta afectado.

Empatía compasiva o activa

La empatía compasiva une emoción y pensamiento para pasar a la acción. No solo se trata de entender o sentir, sino de hacer algo para ayudar. Un niño que ofrece su juguete a otro que está triste, o que consuela a un amigo, está mostrando este tipo de empatía. Es la forma más madura y completa, y también la que más beneficios genera a nivel social.

Niños sin empatía: Señales y dificultades

A veces nos preguntamos si nuestro hijo tiene o no empatía. Hay señales que pueden indicarnos que debemos prestar más atención a este aspecto. Recuerda que no se trata de etiquetar, sino de observar con cariño para poder acompañar mejor.

Señales de alerta

  • Ignora sistemáticamente el sufrimiento de otros: No parece afectado cuando alguien llora, está triste o sufre algún daño. Este comportamiento puede indicar una desconexión con las emociones ajenas o una dificultad para identificarlas.
  • Se ríe cuando otro niño se cae o llora: Si la reacción ante el dolor ajeno es la burla o la risa, en lugar de la preocupación o la incomodidad, es una señal de que no ha desarrollado aún la empatía emocional.
  • No muestra remordimiento tras hacer daño: Después de pegar, empujar o decir algo hiriente, no expresa arrepentimiento ni intenta reparar el daño. Esto puede indicar una falta de conciencia sobre cómo sus actos afectan a los demás.
  • No responde a gestos afectivos: No busca consuelo cuando está mal ni reacciona positivamente cuando alguien le ofrece cariño, lo abraza o le consuela. Esto puede estar relacionado con una barrera emocional o una baja sensibilidad social.
  • Tiene dificultades para compartir o colaborar: No tolera ceder juguetes, turnos o atención, y reacciona de forma negativa cuando se le pide trabajar en grupo. Compartir implica considerar las necesidades del otro, y si no lo hace, puede estar faltando esa capacidad.
  • No reconoce emociones básicas en los demás (tristeza, alegría, miedo…): No identifica lo que sienten sus compañeros o adultos, incluso cuando la emoción es evidente. Este es un indicador claro de que necesita trabajar la lectura emocional y la conexión interpersonal.

Dificultades que pueden aparecer

Ahora:

  • Problemas para hacer amigos o mantener relaciones: Al no entender ni responder adecuadamente a las emociones de los demás, le cuesta conectar, generar confianza o mantener vínculos con otros niños.
  • Conflictos frecuentes con adultos o compañeros: Puede reaccionar con hostilidad, frustración o indiferencia ante situaciones que requieren cooperación o resolución de problemas emocionales, lo que genera enfrentamientos continuos.
  • Dificultades para jugar en grupo: El juego cooperativo requiere ponerse de acuerdo, compartir roles y entender a los demás. Un niño sin empatía puede aislarse o ser rechazado por su actitud.

En el futuro:

  • Baja inteligencia emocional: La empatía es una base esencial de la inteligencia emocional. Su ausencia puede limitar la capacidad de reconocer, gestionar y responder a las emociones propias y ajenas.
  • Riesgo de conductas agresivas o antisociales: Sin empatía, es más difícil desarrollar una conciencia ética o moral. Esto puede derivar en comportamientos que dañan a otros sin remordimiento o culpa.
  • Problemas en el entorno escolar y laboral: La empatía es clave en el trabajo en equipo, la comunicación y la convivencia. Un déficit en esta habilidad puede afectar seriamente su rendimiento y sus relaciones futuras.
  • Incapacidad para formar vínculos afectivos sólidos: Las relaciones profundas, como la amistad o el amor, requieren sensibilidad, cuidado y reciprocidad. Sin empatía, puede volverse emocionalmente distante o insensible, dificultando la intimidad emocional a lo largo de su vida.

¡Ojo! Que un niño muestre alguna de estas señales no significa que esté «condenado» a no tener empatía. Solo indica que necesita más apoyo, acompañamiento y herramientas para desarrollarla.

Cómo enseñar empatía a los niños

La empatía se enseña, se entrena y se contagia. No es magia, es práctica. Y como padres, madres o educadores, somos su primer espejo. Aquí tienes algunas claves para incorporar en el día a día:

  • Sé su modelo. Los niños aprenden observando. Si te ven escuchar con atención, pedir perdón, consolar a alguien o hablar con respeto, ellos lo replicarán. El ejemplo es la mejor escuela.
  • Pon nombre a las emociones. Desde que son pequeños, ayúdales a identificar lo que sienten: “Veo que estás frustrado porque no te ha salido el dibujo”, “Tu hermano está triste porque no le has dejado jugar”. Nombrar las emociones les ayuda a reconocerlas en sí mismos y en los demás.
  • Practica la escucha activa. Cuando te cuenten algo, escucha sin interrumpir, sin juzgar y validando sus emociones. Pregunta: “¿Cómo crees que se sintió tu amigo?”, “¿Qué podrías hacer para ayudarle?”. Esto estimula su capacidad empática.
  • Fomenta la perspectiva. Juegos como “¿Y si fueras…?” o leer cuentos donde los personajes viven diferentes situaciones, ayudan a que los niños se pongan en el lugar de otros.
  • Refuerza los gestos empáticos. Cuando tu hijo tenga un gesto de empatía, reconócelo y valídalo: “Qué bonito lo que has hecho al prestarle tu abrigo, seguro que tu amiga se ha sentido muy querida”.

Actividades para trabajar la empatía en niños

Además de las situaciones cotidianas, existen muchas formas divertidas de trabajar la empatía en niños. Aquí tienes algunas actividades que puedes hacer en casa o en el aula:

El juego de las emociones

Escribe en papeles diferentes emociones (alegría, miedo, tristeza, enfado…) y mételos en una caja. Uno a uno, los niños sacan una y deben representarla con gestos o contar una historia en la que alguien se sienta así.

Objetivo: Esta actividad ayuda a los niños a identificar, reconocer y expresar diferentes emociones, tanto en ellos mismos como en los demás. Al representarlas, desarrollan una mayor conciencia emocional y se familiarizan con cómo se sienten las personas en distintas situaciones, lo que refuerza su capacidad de conectar con los sentimientos ajenos.

Cuentos con corazón

Lee cuentos con personajes que viven situaciones de conflicto o tristeza. Al acabar, haz preguntas como: “¿Cómo crees que se sentía?”, “¿Qué habrías hecho tú?”, “¿Qué le ayudó a sentirse mejor?”.

Objetivo: A través de los cuentos, los niños pueden explorar el mundo emocional de los personajes, identificarse con ellos y practicar la toma de perspectiva. Esto les permite ponerse en el lugar del otro y desarrollar empatía cognitiva, además de fomentar el diálogo emocional en familia o en el aula.

El rincón de los abrazos (o del consuelo)

Crea un espacio en casa o en clase donde los niños puedan ir cuando estén tristes o enfadados, y donde puedan consolar a otros. Puede tener cojines, muñecos, cuentos…

Objetivo: Este espacio ofrece a los niños un lugar seguro donde expresar y gestionar sus emociones, pero también les enseña a detectar y atender las emociones de los demás. Al animarlos a consolar a quien lo necesite, se estimula su empatía emocional y se refuerzan los vínculos afectivos entre compañeros o familiares.

Role-playing o juegos de rol

Representar situaciones cotidianas intercambiando papeles (“Tú eres el niño que no quiere prestar el juguete, y yo el que se queda triste”) permite a los niños experimentar cómo se siente el otro.

Objetivo: Al ponerse literalmente en el lugar del otro, los niños desarrollan la empatía desde la experiencia vivencial. Entienden cómo pueden afectar sus actos a los demás y reflexionan sobre cómo responder con más sensibilidad. Este juego potencia tanto la empatía emocional como la cognitiva.

Diario de gratitud y emociones

Al acabar el día, podéis escribir juntos algo que les haya hecho felices y algo que les haya preocupado. También pueden añadir algo bonito que hayan hecho por otro o que alguien haya hecho por ellos.

Objetivo: Esta rutina diaria fomenta la autorreflexión y el reconocimiento de las emociones propias y ajenas. Al tomar conciencia de los gestos amables, los niños aprenden a valorar las acciones empáticas y a querer replicarlas, reforzando su comportamiento prosocial.

Si te preocupa que tu hijo no sea empático…

Tranquilidad. La empatía no es un botón que se enciende de golpe, sino una semilla que se riega a diario. Algunos niños necesitan más tiempo, más ejemplos o más espacios para desarrollar esta capacidad. Y eso está bien.

Lo importante es que, con paciencia y cariño, puedes acompañarlo en este proceso. Cada vez que hablas de emociones, que le das un abrazo, que le enseñas a mirar con los ojos del corazón… estás construyendo un mundo mejor, empezando por casa.